Cuando llegue el momento
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Tito Efraín Azócar Escamilla
18 de enero de 2013
Cuando la muerte cumpla su misión,
es mi deseo no perturbar la vida.
Quiero vestir tal cual sin cambio de ropajes.
Un ataúd de madera, el más barato.
Sólo mis seres queridos que quieran.
El público para nada. No quiero molestar.
Ojalá, sigan el féretro no más de diez.
Sé lo que valgo y la palabra es nada.
Ninguna flor muerta acompañe mi muerte.
Ninguna palabra diga lo que no es verdad.
Que las brasas abracen los
huesos y la carne
y que el polvo se tire y que no vuelva jamás.
Mi nombre ya no existe y no se vuelva a nombrar.
No figure en losa, ni en madera
ni en ningún lugar.
A nadie pido nada después del
vendaval;
sólo algunos rezos, por si
arriba me va mal.
Ya me dijo adiós el pelo y mis dientes ya no están.
La fuerza de mis dedos de dolor no aguanta más.
Reconocer rostros sin lentes,
vergüenza ya me da.
Recoger una moneda es imposible a esta edad.
Mis acreedores comienzan por mi amor,
siguen por quien escucha y por
muchos más.
¿Qué hice en esta vida? : Sólo pedir y pedir;
gozar, correr, mirar, deprimirme y nada más.
Señor, perdona mis deudas, ya que
otros…
nunca, nunca, jamás perdonarán.
Sólo uno me regaló su amistad y un palo.
Que Dios le haga reserva en su
reino celestial.
Que un coro de hojas se deslice en lo natural
y que una orquesta de brisas inicie mi final.